Por Mariana Weschler
Las frases motivacionales vienen ganado terreno y de tanto
insistir en que pueden ser un salvavidas, decidí buscar alguna que me
ayude. No soy fanática de Osho. No tengo
la memoria de Doris (la pez de la película de Nemo) y las frases realmente
piolas las puedo subrayar pero no retener. Para peor uso edulcorante, así que
las frases de sobrecito de azúcar no están a mi alcance. Por eso decidí apelar
a mi bagaje de conocimiento, que no será tan culto, pero bien vale la pena. Como
una revelación se me apareció una del Gallo Claudio: “¡lanza la bola chico!” Este
personaje la usaba cada dos por tres, no siempre con buenos resultados. Pero
estoy segura de que en ciertas situaciones puede ser salvadora. En el diario
autístico, la filosofía del Gallo Claudio puede ser una guía en ocasiones como
éstas:
- Ante
miradas desagradables: estás con tu pibe en algún lugar público, bien puede
ser… ¡la vereda! A tu retoño se le da por hablar solo, aletear o reírse como si
fuera el conde Drácula antes de cenar. La fruncida de al lado te mira con esa
cara de espanto que te da ganas de embocarla ahí nomás. Antes de irte a las
manos, aplica el concepto de gallo Claudio y lanzá la bola: Devolvele la mirada con la misma amabilidad que te
la han dado, si podés acompañala de una risotada tan fuerte como la de tu niño.
No sé qué hará la fruncida, pero te aseguro que la cara ¡la cambia!
- Cuando
las sugerencias terapéuticas son casi una Misión Imposible: Por ejemplo, como
a tu nene le encanta la música, te sugieren que lo lleves a un musicoterapeuta
que tiene un grupo maravilloso. La actividad queda en Villa Oeste, vos vivís en
Villa Este y el nene ya va a una escuela en Villa Sur. Pero te ceban, porque
este terapeuta es un recontra capo irreemplazable y los logros serán
incomparables. Nadie pregunta si tenés otros hijos, una vida, un horario, lo
que importa es que no pierdas la oportunidad. Y claro, vos deseás el ansiado
logro. Hacés las cuentas de cuánto tiempo y logística te va a llevar cumplir
con esa meta, y más que llevar al chico a la terapia ¡te dan ganas de
estrangularte con una tuba! Ahí, usá la filosofía ACME y antes de que te
estalle en las manos “¡Lanza la bola
chico!” Probá responder lo siguiente: “Si, estaría buenísimo llevarlo, pero
si llego a esa terapia tan lejos y tan costosa, a esta no lo puedo traer
más. ¿A vos que te parece?” Si la
terapeuta es capaz de abandonar su propio lugar por el otro, bueh, capaz que
ese de Villa Oeste es realmente tan increíble como te lo vendió. Y si no, buscaremos una alternativa más
aplicable.
- Cuando
necesitás un salvavidas, porque no das más de nadar: De a poco te vas
acostumbrando a ser una máquina de tomar decisiones por el otro. Pero, cada
tanto te empantanás con un tema:
escuela, terapia, taller o lo que fuera. Te pasás la pelota de la derecha a la
izquierda y no sabés para donde apuntar. ¿Será
mejor que lo escolarice? ¿Qué no? ¿Más terapias? ¿Será mejor que tenga tiempo
libre? Ese es el momento de apelar al “¡lanza
la bola!” Que para eso tenés tantos terapeutas y médicos alrededor. No van
a decidir por vos, pero el equipo seguro que está ahí listo para atajar el
pase. A veces somos nosotras que nos olvidamos de pedir ayuda, ¿eh?
- Cuando no hay mejor explicación que la vivencia: No solo a los terapeutas, vecinos y demases se les puede dar el pase en momentos clave. En ocasiones a la mejor que le puedo tirar la pelota es a Tati. Para nosotras, una situación típicamente incómoda es en el ascensor. Si entra un muchacho guapo, sé que se le va a abalanzar. Antes de que el desprevenido se quede duro, la miro a Tati y le digo “ojito que ya vi tus intenciones. Antes de lanzarte sobre un muchacho, mínimamente tenés que presentarte”. El chico se ríe ¡y ya entró en la cancha! Lo que pase después, está dentro de un marco de buena onda.
La frase es aplicable a muchas situaciones
más, eso seguro. Aunque en las redes sociales abunden unas que suenan mucho más
profundas y esenciales. Yo no sé si la respuesta a la búsqueda de la felicidad
la tiene Osho. O si está en la reflexión de algún premio nobel de la
literatura. Quizás esté en el arte de la respiración profunda —puede ser, sobre
todo si el que está respirando al lado tuyo huele bien—. Ni siquiera estoy muy
convencida de que sea el objetivo por excelencia. Lo que sí sé es que si te
quedás con la pelota en la mano, el juego no se arma. Con bronca, con humor,
con puntería o con torpeza, pero me parece que el Gallo Claudio la tiene clara,
¡lanza la bola chico!
Hola! Me encantó, la vengo aplicando desde hace rato!! Por que nunca falta un fruncido...
ResponderBorrarSoy Alejandra, mi hija se llama Lola. Saludos desde San Juan!
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