miércoles, 15 de julio de 2015

Comimos con Flor de la V

Por Mariana Weschler

En la escala de cholulismo, creo que padezco aproximadamente un 50%.
No soy de las que se abalanzan sobre el famoso para pedir la foto, pero tampoco voy a negar que me llama la atención encontrarme con uno. Me pregunto qué se siente recibir esa mirada de “Te reconocí, ¡sos Mister Increíble!” Imagino que por más que pueda ser denso a veces, debe sumarle a tu ego. 
Ahora, eso de que te miren desconocidos, sí que lo experimenté. A medida que mi hija con autismo va creciendo, lo experimento cada vez de manera más alevosa. A veces, tengo la sensación de que llevo del brazo un semáforo al que miran directo a la luz a ver cuando pasa de un color a otro. 
La última vez que me pasó esto de un modo muy indiscreto fue en el aeropuerto rumbo a nuestras vacaciones. En el mismo vuelo que nosotros, viajaban: Matías Martin (conductor radial, conductor de televisión, ex modelo) su mujer Natalia Graciano (modelo, alta y divina), y sus hijos. Como si fuera poco, estaban también Campi (actor, pelado, simpático) su mujer Denise Dumas (más altísima que la anterior e igualmente bella) y sus cuatro ¡cuatro! hijos, rubios preciosos. 
El vuelo estaba totalmente vendido, creo que hasta había un pasajero adentro del carrito de comidas. Con estos famosos cerca creí que zafaríamos de las miradas. Pero no. No me gusta ponerme en competitiva, pero podría jugármela de que a la que más miraron, fue a mi hija con TGD.  
En momentos de mayor tensión y donde se aglutina la gente, Tati se pone más tensa y suele tener comportamientos poco comunes. Yo ni les cuento. Ella procesa las multitudes buscando puntos fijos de su interés, como puede ser una mochila con un dibujo que le gusta. Apunta al objetivo y se lo queda mirando, bien pegadita a la imagen. O se tira al piso como si diera su libre interpretación de “paren el mundo que me quiero bajar”
Yo proceso la incomodidad que me dan las miradas ajenas contando de cien a cero las veces que sea necesario. Como si la mirada no bastara, hay gente que parece que no filtra ni el café. Sin tantear como está el agua se tiran de clavado a opinar. Algunos con buena onda te avisan “Mirá que tenés prioridad de paso, embarcan primero si querés”. A lo que agradezco el dato y me preparo para eludir las miradas de los que se enculan por quienes embarcan antes. Pero otros dicen lo que se les ocurre. Uno me ha llegado a decir “La vas a medicar para el vuelo, ¿no?” Elijo callarme, me conozco más remadora que clavadista. Pero me pregunto si yo viera alguien ansioso antes de volar, ponele, ¿le convidaría un rivotril así nomás? ¿Qué habilita al otro a mirar, opinar, juzgar sin filtro ni endulzante? Cuando viene de buena onda, vaya y pase, pero cuando no ¡es molesto! Lo digo con todas las letras para quien no sabe que se siente, que lo sepa.
Hace un par de fines de semana fuimos a almorzar en familia y estaba Flor de la V (actriz, vedette, híper llamativa y extrovertida) con marido, hijos y amigos. Se sentaron en el medio del restaurante. Nosotros por suerte conseguimos un box en un costado, así que pasamos más desapercibidos. Traté de disimular la mirada, que me resultaba inevitable, mientras me preguntaba “¿se sentirá cómoda con que la miren?” Nos trajeron el plato caliente casi al mismo tiempo. Yo me dispuse a ayudar a Tati con sus milanesas. A ella se le acercó un tipo con su celular para pedirle una foto  antes de que agarrara el cuchillo. 
Menos mal que no soy famosa. 
Odio las fotos.