lunes, 7 de noviembre de 2016

Expectativas diferentes

El mes pasado Víctor cumplió 6 años. Fue el mismo día que mi cumpleaños y el día
de la madre. Llevamos muffins al jardín para festejar con sus compañeritos, no me puedo quejar de los abundantes y calóricos festejos. Veo los logros de mi hijito y sus continuos avances. Desde afuera solo ven que no habla. Ok, a veces profundizan un poco más profundo y se dan cuenta que ahora se conecta mucho más con su entorno. Que saluda de lejos, que juega con sus compañeros y otros niños cuando va a la plaza. Que cuando se lastima dice “¡Au!” y me señala el lugar para que lo cure. Que levanta la cabeza cuando oye su nombre. Y en ese momento es cuando te encontrás escuchando a conocidos neurotípicos maravillándose de las pequeñas grandes cosas que seguramente hacen todos los chicos, pero que hasta ese momento no se habían dado cuenta de lo genial que era. Es que ya ni me acuerdo lo que era lo que se esperaba de un niño de 6 años. ¿Que sepa leer? ¿Hasta donde debería saber contar? ¿Ya tendría que tener algunas frases de otros idiomas? ¿Las capitales de los paises mas conocidos? ¿Los puntos más importantes del tratado de Versalles? Será que yo le hablo a todos los seres humanos de la misma manera, sin importar su edad o verbalidad y me dejo llevar por la conversación que ellos propongan. Hay amiguitos de mis hijos que me hablan de astronomía, otros de Dragon Ball, uno sobre teorías conspirativas alienígenas… con mi hijo mayor hablo de todo, desde videojuegos y anime hasta filosofía y religiones. Con Victor hablamos de otras cosas, de otra manera, porque no verbaliza: los cuentos que leemos, de las cosas que nos pasan y sentimos, de las figuras que se forman en el cielo, de las diferentes maneras de construir (y destruir) cosas, señalamos por la calle cosas que nos llaman la atención o que nos recuerdan a alguna película.
Ya a esta edad me encuentro con menos gente que me dice “a esa edad el mío todavía no hablaba y ahora habla hasta por los codos”. Tampoco me preguntan mucho qué espero de nuestro futuro y si lo hicieran también me guardaría a silencio porque ya me acostumbré a vivir el día sin saber que nos trae cada vez el mañana. Porque realmente no sé qué esperar y recibo cada cosa nueva sorpresa, cada palabra, cada descubrimiento, cada pasito, con las manos abiertas. Tampoco sé en qué se convertirá el mundo en el que nos toque vivir, independientemente de nuestro esfuerzo personal.
Con todo esto, en retrospectiva, no puedo decir que esté más preocupada que otras madres, sólo de manera diferente. ¿No?