miércoles, 21 de septiembre de 2016

El Eterno regreso de Peter Pan

De chiquita Tati tenía una obsesión con la película de Peter Pan. Podía verla todos los días sin aburrirse. Le fascinaba Campanita en la peli y era capaz de rastrear un toallón en la playa con ese dibujo como un sabueso huele un pancho a la distancia. Los años van pasando y si bien hay muchas cosas que ella mantiene, otras han cambiado. No tanto como las nenas que solían ir con ella a sala de dos. Me impacta ver a sus ex compañeritas maquilladas, con tacos y en actitudes de adultas. Tati va por otro sendero, eso es evidente y a medida que pasa el tiempo más. No puedo evitar pensar “¿Qué le gustaría a Tati si fuera como las otras chicas? ¿Sería mandada o tímida? ¿Le interesaría lengua o matemática?” Las preguntas son ridículas. Son como plantearme cómo sería Tati si no fuera Tati. Y duele…
Hace poco, un grupo nuevo de madres y pares que amorosamente me sumaron a su chat y sus programas, se dispuso a organizar una salida al teatro a ver Peter Pan. ¡Peter Pan! Me pareció una idea genial. Por ahora no se dio, parece que Garfio estaba cobrando un cachet demasiado caro y suspendieron las funciones en octubre hasta que los Niños Perdidos encuentren sponsor. O no sé si el polvito de estrellas está detenido en aduana. No importa…veremos otra obra o armaremos otra salida.
Yo volví a pensar en Peter Pan. Por eso y porque se vino el día del cumple, cosa que me remueve muchas sensaciones. Y nos expone a la maldita pregunta: “pero ¿qué edad tiene?” cada vez que entro a un negocio a comprar una velita, un cartel o un regalo. “No importa qué edad tiene, tiene un montón años” despliego mi respuesta con mi simpatía habitual: re podrida. Vuelvo a pensar en la pasión de Tati por Peter Pan y en qué parte de la película se fascinaba tanto. A decir verdad, no lo sé. Lo que sí sé es que para ella el tiempo pasa como en la isla de los Niños Perdidos, no es literal ni apremiante como el de Garfio. A ella el cocodrilo no la acosa, me atrevería a creer que es capaz de domarlo y que le importe tres firulais y medio si a la edad que tiene le toca cumplir con algún requisito. Tiene suministro propio de polvito de hadas para volar cuando se le canta, tan lejos como quiera y nos deja chiquitos mirando desde la ventana y dejando en evidencia que a nosotros ese mismo polvito no nos va a llegar. Y si lo conseguimos seguro que nos pega de otro modo. Ojo, no creo que viva en otro planeta ni esté perdida y huérfana. Solo planteo que así como hay muchos modos de ser, de habitar los espacios y relacionarse con otros, quizás ella tenga un saber que la mayoría no tenemos: un modo particular de transitar el tiempo, que no se ajusta al calendario romano. Es su cumpleaños 16 y a mí me moviliza. A ella también y mucho. Pero seguramente desde otra dimensión.
Después les cuento las peripecias festivas…

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Un gran primer paso

Hace ya medio año que Víctor revolucionó la salita de 4. En lo que va del año estoy muy contenta de ver lo feliz que se pone cuando sale para el jardín. Sus compañeros y chicos de otras salitas lo saludan cuando nos ven por la calle, aún sabiendo que él a lo sumo solo les responderá con una sonrisa. Cada palabra nueva que dice, es celebrada por los demás un logro propio (¡Y lo es!). Podemos decir con orgullo que desde este año tenemos 19 nuevos pequeños aliados del autismo, que lo han entendido por experiencia directa y le están explicando al resto del mundo de qué se trata.
Es hermoso verlo dar pasitos en la educación formal, las palabras que de a poco se asoman, los hábitos que se afianzan, pero más hermoso es ver el cambio que produce en su entorno, todo lo que nos enseña sin darse cuenta.

Sigo teniendo miedo por el futuro (es inevitable, soy madre). Sé que no siempre voy a tener docentes flexibles o un grupo de compañeros tan encantador y que por momentos la currícula quizás no sea tan interesante. Pero bueno, hoy sí. Hoy está bueno. Hoy superó las expectativas de todo el mundo. Hoy estamos bien. Mañana… y bueno, lo veremos mañana.