Será
por la influencia de las historietas. O
que nunca me agarró fuerte esto de la mística religiosa. La cuestión es que mi
pregunta existencial era esta: “si tuviera la chance, ¿qué súper poder
elegiría?” Desde mi infancia a bastante mayor, la respuesta fue siempre la
misma: “LA INVISIBILIDAD”. Sí, sí. Yo soñaba con poder observar sin ser
observada.
Tuve
otros delirios de súper héroe. Confieso haber dado vueltas en mi pieza, cuando
nadie me veía, para probar si no provenía de la Isla de las Amazonas y era una
prima lejana de la Mujer Maravilla. Eso no se me dio. Lo de ser invisible
tampoco, aunque en la pubertad logré pasar bastante desapercibida.
El
crecimiento atenta con ser transparente y de a poco me resigné a que no me
quedaba otra que ocupar un lugar en este mundo. Luego, con la llegada de Tati,
mi delirio de invisibilidad se hizo claramente imposible. Ella vino con el súper poder de atraer las miradas
donde sea que vaya. Si no lo logra de entrada, lo consigue en un segundo
intento. Su súper poder se potencia en lugares que le son desconocidos. Como
hace unos días en una guardia médica a la que ninguna de las dos había entrado
antes. En la recepción, ante un silencio de ultratumba, desplegó un monólogo en
arameo que puso al público en alerta. Mientras la recepcionista tomaba nota de
nuestros datos personales, se acercó, sigilosa, a 2 milímetros del celular de
la señora más próxima, que era la única que hasta el momento la había ignorado.
Eso no falla, cuando un teléfono peligra, el dueño queda agarrado de las
pestañas. Antes de ser atendida, se recostó frente a la puerta del consultorio
de la médica. ¡No fuera cosa que ella o alguno de los pacientes en espera la
pasaran por alto!
Tati
no retribuye las miradas. Solo las atrae. Y la madre, que no le queda más
remedio que hacerse visible, pone lo que le queda a mano. Palabras. Sentidos y
algún chiste.
Me
pregunto cómo habría hecho Superman si un hijo suyo le caía con una kriptonita
bajo el brazo en lugar de un pan. Supongo que habría aprendido a convivir con
eso. Capaz sea cierto el viejo refrán de que lo que no te mata te hace más
fuerte. O quizás por algo sea que los súper héroes no tienen hijos.