lunes, 16 de mayo de 2016

Juguetes de Apego


Mis hijos siempre han sido muy independientes. Nunca me vi en la situación de pelear por que se desprendan de un objeto al que lleven a todas partes como la frazadita de Linus de Snoopy. No han tenido “su vaso preferido” o “el osito de peluche infaltable”. La verdad es que en estas cosas siempre les había dado lo mismo. Hasta hace un par de semanas. Víctor está yendo al jardín, desde hace poco con su nueva acompañante terapéutica. Por razones meramente burocráticas (no pregunten) empezamos el año lectivo sin acompañante, por lo que padres, tía y abuela han tenido que alternarse para suplir ese rol. Pero ya no. Ya entra al jardín y se encuentra, como todos sus compañeros, con un grupo de personas completamente ajeno a su núcleo familiar. Fue duro al principio pero tras algunas batallitas internas, descubrimos que Víctor se lo tomaba de mejor manera si llevaba a todas las actividades del jardín, un (o dos o tres...) peluche. Los lleva upa, los sienta en ronda, los hace participar, les habla (en ese idioma extraño de él, que sospecho tiene raíces en el coreano antiguo) y participa, con mejor predisposición, de las actividades del jardín. Viendo que realmente hacía las cosas más fácil, torcimos una de las primeras reglas que el jardín le plantea a los nuevos ingresantes: no traer juguetes de casa Y es que en el mundo del autismo algunas cosas funcionan al revés. Donde otros chicos son super dependientes, los nuestros son todo lo contrario. Cuando a las demás familias llevar un juguete de la casa puede significar un posible conflicto porque otros chicos van a querer jugar también con ese juguete nuevo, en nuestro caso veremos una oportunidad de interacción con los otros chicos que lo sacaría de su juego individual de siempre. Y porque… cuando estamos inseguros está bueno tener a mano algo que nos conecte con nuestro lugar feliz. Y pienso esto mientras observo los juguetitos de Minecraft, Hora de Aventura y Super Mario Bros. que le robé a mis niños para darle color al escritorio de mi oficina. Y veo a mi alrededor en los escritorios de mis compañeros, todos diferentes, con fotos de sus hijos, de sus parejas, dibujos, wallpapers de sus último viaje, una foto de Perón (?), peluches, una taza de Game of Thrones, figuras de personajes de videojuegos... hey, ellos ni siquiera tienen hijos! Cada escritorio despliega un abanico de sensaciones que nos cuenta, en un vistazo, sobre el lugar feliz de la persona que pasa un tercio de su semana sentada ahí. Y crea conexiones con quienes comparten el apego a lo suyo. Y como Víctor somos super independientes, pero conectados.

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