Hay
personas convencidas de que las palabras, en diminutivo, son más simpáticas.
Temo que no. En muchos casos los diminutivos no hacen más que irritar al que
los escucha. Un granito no es más bonito que un grano. Un dedito señala lo
mismo que un dedo. Un problemita…bueh, un problemita puede ser una cuenta de
multiplicar, pero difícilmente sea definitorio de lo que lo sucede a alguien.
La
primera de las muchas veces que escuché lo de del “problemita” fue cuando mi
hija mayor me preguntó qué problemita tenía su hermana. Enseguida me hizo ruido
el diminutivo. Pronto descubrí que tenía que ver con el modo en que otras mamás
les explicaban a sus hijos sobre Tati. La frase vendría por este lado: “¿Viste
la hermanita? Tiene un problemita”. Debía seguir rimando con “ayudita”, “pobrecita”,
“buenita”… Yo sé que hay una tendencia natural a hablarles a los infantes en
pequeño, como si por terminar las palabras en “ito” o “ita” las acercara a su
misma altura. Pero el diminutivo no califica, ni adjetiva siquiera las
palabras. El tema está en qué
explicarle a otro pibe. Y no es fácil. Para mi sigue siendo complicadísimo decir
algo que tenga sentido. Intento con descripciones simples como que Tati se
comunica de una manera diferente, que hay cosas que le cuesta entender como
están dadas, que se expresa a su manera, que cuando a ella algo la emociona a
veces salta o se acerca mucho… Supongo que cada cual inventa su manera de
contar como es su hijo. Es como un subtitulo personalizado. Porque a decir
verdad, ninguno es igual a otro.
Decir “problemita”
tiene otras raíces también. Es una manera de zafar de decir LA PALABRA, esa que
a muchos los asusta. Problemita, puede caer más simpático y ambiguo que “autismo”, o “discapacidad” (ni que hablar),
o “TGD”. Al que no está en el baile, le cae mejor. Pero —no quiero hablar por
todos, pero creo que sí a muchas mamás/papás— nos cae mal. Porque el
“problemita” trae consecuencias demasiado grandes para un diminutivo. Implica
no entrar en la media, en lo que ya está organizado. Eso acarrea armar todo un
mundo alrededor de él: escuelas, terapias, salidas, médicos… Ya no sos parte de
la mayoría, estás con alguien que tiene una percepción del mundo nueva.
Intentás aprenderla o cuanto menos imaginarla para repensar hasta las cosas más
cotidianas. ¿Llamarías a eso un problemita? Y ¿de quién es? Porque a Tati la
veo bastante contenta viviendo el mundo como lo percibe. Otra vez la pelota
puede llegar a caer en otra cancha y el problemita sea del que mira raro, del
que no sabe qué hacer, del que si tiene un nene en la hamaca de al lado en la
plaza se corre por si contagia. De la escuela que no puede recibir al pibe y
prefiere que lo atajen en otro lado, para evitar el problemita o porque tienen
una incapacidad para acoger al que no cuadra.
Ahora que
lo pienso, el problemita bien podría ser compartido, del que está y el que no
está dentro del formato. Entonces, si nos importa a todos, puede dejar de ser
“el problemita” para ser un desafío.
La búsqueda de una nueva figura, que claramente no es un cubo, donde se nos
pueda incluir a todos. Y ojo, no estoy pidiendo que todos nos ocupemos o
preocupemos de los mismos temas. Cada cual tiene sus propios mambos. Solo
pienso que dar un espacio a la diferencia, en vez de dejar afuera al que tiene
un “problemita” como si fuera un marcador fallado, estaría genial.
Vuelvo a
los diminutivos. La mitad de mis amigas me llaman Marianita, y lo tomo con
cariño. Generacionalmente somos muchas Marianas y suelo ser la más petisa. De
esos diminutivos, los cariñosos, no reniego. Pero el problemita, me cae para el
culito.
Con amorcito, Marianita.