Sabiendo que no había nada que pudiera hacer al respecto hasta
que empiece febrero, durante el mes de enero me propuse sacar esta preocupación
de mi cabeza, para al menos disfrutar mis merecidas vacaciones. Y aquí estamos,
a principios del mes más corto del año, contando los días para el próximo gran
enfrentamiento, tan gigantesco y amenazante que hace quedar a la junta médica
evaluadora como una reunión de té con amigas: el jardín de infantes.
Me encantaría que mi máxima preocupación fuera encontrar un
lugar que venda el uniforme en precio y con buena calidad. Estar preocupada por
no saber cómo voy a tener que acomodar mis horarios en la oficina en el
condenado período de adaptación. O si tendré que ajustarme el cinturón para
pagar un transporte escolar para mi nene más grande y manejarme más tranquila
con Víctor. No, hoy se puede decir que después de tanto tiempo, estamos bien: no
me preocupa ni el dinero ni la salud ni el amor. Me preocupa el jardín de
infantes.
¿Pero y
qué es lo que te preocupa? Ya está anotado en el jardín, ya tenés asignada una
asistente terapéutica, ya sabés que Víctor con constancia y una buena rutina
capta las cosas lo más bien… ¡Todo va a salir bien! Uff, si
solo me preocupara por lo que depende de Víctor, no estaría aquí comiéndome la
cabeza, estaría disfrutando mis últimas semanas de vacaciones para preparar la
mochila justo un día antes de la inscripción final. Pero supongo que es como
volver a confiar cuando ya te han fallado, volver a enamorarse cuando te han
lastimado, volver a creer cuando mordiste el polvo.
Cuando Víctor tenía 2 años (y aun no sabíamos nada sobre autismo) lo anotamos
en un jardín del barrio. Fue emocionante, le habíamos comprado el pintorcito,
la mochilita, el vaso y el platito para la merienda, le había sublimado un
dibujito de Bam Bam para la toallita,
la abuela le había pintado a mano un individual… pero a los dos meses nos
pidieron que lo retiráramos de la institución porque no sabían como manejarlo.
A finales del año pasado recorrí todos los jardines del
barrio. Las escuelas especiales me decían que de ninguna manera debía anotarlo
ahí, sino en un colegio “común” con acompañante. En los colegios comunes, aun
sabiendo que no podían decir “no” buscaban todos los eufemismos posibles para
hacerme entender que no éramos bienvenidos. El colegio donde quedó inscripto no
fue la excepción. Y si no fuera porque su hermano está cursando la primaria
ahí, calculo que también habrían intentado perderme. Si hubiera tenido otra
opción seguramente lo habrían logrado, pero como no fue así, solo quedó sabor
amargo en la boca que nos deja siempre el prejuicio.
Durante nuestras vacaciones, me emocioné en varias ocasiones,
no solo viendo cosas que Víctor lograba por su cuenta, sino como se encontró
jugando con otros niños, que no tenían ningún tipo de preparación profesional
para tratar con personas con autismo, solo ganas de jugar y hacer amigos,
aunque estos hablaran raro y se comportaran de forma diferente a lo que estaban
acostumbrados. Enamoró a montón de chicas siendo adorable. Sorprendió a un
montón de gente nueva que lo pudieron ver a él antes que a su condición.
En cambio en las entrevistas con sus posibles futuras
maestras, me encontré con todo lo contrario. Es como si todo lo que los
docentes dicen siempre sobre el maravilloso potencial de los niños pequeños
quedara totalmente anulado por su autismo. No las culpo por no creerme una sola
palabra sobre los avances de Víctor en el poco tiempo que lleva yendo a terapia
y en su potencial. Pero por otro lado me duele muchísimo esa idea no
pronunciada nunca en voz alta pero que se arrastra invisible en estos discursos
sobre lo “complicado” de la inclusión, que es “no vale la pena”. Tantos subsidios, tantos sacrificios, tantas
concesiones dadas a las personas con discapacidad… ¿Para qué? No vale la pena,
como si fuéramos parásitos de la sociedad que solo pierde con nosotros.
Pues bien, lo siento mucho. Este año será un año durísimo para
Víctor, pero como lo conozco sé que va a entender de qué va la cosa antes que
todos nosotros y nos dejará con la boca abierta. Será un año muy duro para mí
también, porque tendré que arremangarme y replicar a cada prejuicio con
información y educación.
Desde ya, maestras
futuras (de jardín, primaria y secundaria…), las perdono por no haber tenido fe en mi hijo a quien no conocían.
Las perdono por cómo se van a sentir a fin de año cuando después de tanto
trabajo haya logrado más de lo que esperábamos de él. Las perdono por cómo se
enamorarán de él y habrán comprendido que el esfuerzo de él duplica al de sus
compañeros quienes no se tomarán las cosas tan en serio como él.
Entiendo que estén preocupadas ante lo nuevo, lo desconocido.
Pero créanme que realmente vale la pena.
Te entiendo de principio a fin es casi la copia de lo que paso con mi hija el año pasado.Pero hay que seguir adelante por ellos y para que tengan una mejor calidad de vida sin dejar que los prejuicios nos venzan.
ResponderBorrarHola! Como lo entiendo! Con todo el miedo del mundo mi hija Lola empezo el año pasado sala de 4 en la UNICA escuela que la recibió. Bueno al final resulto muy bien. Se adaptó genial. Tanto docentes como compañeros y papás de compañeritos fueron geniales con ella. Pero este año vamos a sala de 5 y nos damos cuenta que vamos con los mismos miedos
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarGracias por compartirlo, soy abuela de Santino, toda tu información es muy valiosa, el perdió a su madre hace un año y siete meses, y las abuelas lo estamos cuidando y encargando de su salud,va a las terapias tcc y un jardín especial, pero este año lo envían a un jardín normal, y nos preocupa la adaptación y la falta de preparación en esa área del sistema educativo. Espero se adapte. Dios te bendiga.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe siento tan identificada con muchas de tus palabras y ademas tengo dos hijos varones y el mas peque es autista como Victor, Nereo, la lucha, es un gran luchador y pasa cada obstáculo de manera admirable, el además usa lentes porque sin ellos prácticamente no ve nada, por eso te digo imaginate a Nereo bebe conociendo el mundo como solo un niño tea puede y para colmo sin ver bien, así y todo pudo seguir, lo admiro a mi pequeño y también a su hermano mayor que día a día lo comprende y acepta mas... Saludos
ResponderBorrarHola! Es muy lindo el texto
ResponderBorrarPERO vengo notando en varias entradas esa discriminación positiva de que el autista es MEJOR que el resto de sus compañeros... En párrafos como "Las perdono por cómo se enamorarán de él y habrán comprendido que el esfuerzo de él duplica al de sus compañeros quienes no se tomarán las cosas tan en serio como él." Simplemente quería mencionártelo porque creo que esa es una actitud que aleja.
Yo estoy acá, leyendo, como mamá de un compañerito de jardín. Quiero aprender sobre esto para saber manejar el tema en casa.
Cada uno está peleando sus propias batallas. Víctor tiene esta, otros tendremos otras que tal vez no se evidencian pero no hay por qué pensar que los demás no estarán intentando tan en serio como él.
Un abrazo!
Excelente blog, me metí para aprender como tantos "algo" sobre el tema. Tengo a mi sobrino con TGD pero en la familia no se habla del tema, cada vez veo que lo aislan mas los propios padres y asumo es por negación. Por mi parte trato de aprender para poder relacionarme mejor y, ojalá lo logre, la familia toda pero especialmente los padres entiendan que no es nada malo, simplemente es diferente como somos cada uno, solo que como sociedad le damos a las particularidades muchas veces el caracter de "anormal", como si hubiera un manual para todo. Gracias, de corazon, espero aportar al menos desde la difusion entre mis conocidos, cuanto mas se hable del tema creo que ganamos todos.
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