De chiquita Tati tenía una obsesión con la película de Peter
Pan. Podía verla todos los días sin aburrirse. Le fascinaba Campanita en la
peli y era capaz de rastrear un toallón en la playa con ese dibujo como un
sabueso huele un pancho a la distancia. Los años van pasando y si bien hay
muchas cosas que ella mantiene, otras han cambiado. No tanto como las nenas que
solían ir con ella a sala de dos. Me impacta ver a sus ex compañeritas
maquilladas, con tacos y en actitudes de adultas. Tati va por otro sendero, eso
es evidente y a medida que pasa el tiempo más. No puedo evitar pensar “¿Qué le
gustaría a Tati si fuera como las otras chicas? ¿Sería mandada o tímida? ¿Le
interesaría lengua o matemática?” Las preguntas son ridículas. Son como
plantearme cómo sería Tati si no fuera Tati. Y duele…
Hace poco, un grupo nuevo de madres y pares que amorosamente
me sumaron a su chat y sus programas, se dispuso a organizar una salida al
teatro a ver Peter Pan. ¡Peter Pan! Me pareció una idea genial. Por ahora no se
dio, parece que Garfio estaba cobrando un cachet demasiado caro y suspendieron
las funciones en octubre hasta que los Niños Perdidos encuentren sponsor. O no
sé si el polvito de estrellas está detenido en aduana. No importa…veremos otra
obra o armaremos otra salida.
Yo volví a pensar en Peter Pan. Por eso y porque se vino el
día del cumple, cosa que me remueve muchas sensaciones. Y nos expone a la
maldita pregunta: “pero ¿qué edad tiene?” cada vez que entro a un negocio a
comprar una velita, un cartel o un regalo. “No importa qué edad tiene, tiene un
montón años” despliego mi respuesta con mi simpatía habitual: re podrida.
Vuelvo a pensar en la pasión de Tati por Peter Pan y en qué parte de la
película se fascinaba tanto. A decir verdad, no lo sé. Lo que sí sé es que para
ella el tiempo pasa como en la isla de los Niños Perdidos, no es literal ni
apremiante como el de Garfio. A ella el cocodrilo no la acosa, me atrevería a
creer que es capaz de domarlo y que le importe tres firulais y medio si a la
edad que tiene le toca cumplir con algún requisito. Tiene suministro propio de
polvito de hadas para volar cuando se le canta, tan lejos como quiera y nos
deja chiquitos mirando desde la ventana y dejando en evidencia que a nosotros
ese mismo polvito no nos va a llegar. Y si lo conseguimos seguro que nos pega
de otro modo. Ojo, no creo que viva en otro planeta ni esté perdida y huérfana.
Solo planteo que así como hay muchos modos de ser, de habitar los espacios y
relacionarse con otros, quizás ella tenga un saber que la mayoría no tenemos:
un modo particular de transitar el tiempo, que no se ajusta al calendario romano.
Es su cumpleaños 16 y a mí me moviliza. A ella también y mucho. Pero seguramente
desde otra dimensión.
Después les cuento las peripecias festivas…