lunes, 29 de agosto de 2016

Elige tu propio emoticón

Esta semana una mamá me contó una  anécdota que me quedó dando vueltas. Facu, tan inteligente como inquieto, rompió la reja del jardín. No sé cómo se las ingenió, tiene apenas 4 años. (Yo con mis muchos más, no sabría como cornos).  A la mamá le llegó el grito de la directora con una versión acotada y alarmista de los sucesos: “¡¡¡Rompió LA reja!!!!” Una cita inminente con los padres y la interrupción de la paz —corta pero tan deseada — de tener al  niño finalmente integrado en el jardín. Hilando grueso (al fino no llegaron aún) la madre se enteró de que lo que rompió fue un cacho de la reja de la escalera. Un acto digno del aplauso de Greenpeace este de eliminar las rejas. Pero claro, en la escuela no son habilidades que se aprecien. Quieren una explicación y lo primero que buscan es al traductor: los padres. Como si nosotros pudiéramos subtitular cada acto de arrojo de nuestros pibes.
Este cuento me trajo a la memoria una del mismo tenor, de una nena que en la escuela  había trepado al mástil. Mismo proceso: grito, cita a los padres, EXPLICACIÓN. Como difícilmente se la den los chicos, nos la piden a nosotros como si fuéramos un Autistic translator literal de las ocurrencias de los borregos. Uno puede tirar ideas: que la simbología para ellos tiene un significado personal y no social. Qué se yo, capaz la nena quería probar lo que se siente subir por la fuerza de la polea en vivo y en directo… No digo que esté bien o mal, pero si vamos a tirar interpretaciones —mas si te piden que interpretes como si supieras— mejor decir algo que nos favorezca, ¿no?
El fin de semana cerré la idea con mi propia experiencia. Tuvimos una fiesta. Sorprendentemente Tati se la bancó casi hasta el final. Estuvo absorta con las luces de colores y la bola giratoria. Pero, justo antes de irnos sucedió lo inesperado. Algo llamó su atención poderosamente en medio de la pista y ella se arrojó cual fanático en medio del salón, cuerpo a tierra.  Miradas extrañas de desaprobación, susurros y en seguidita, la pregunta del subtitulado: “¿Qué le pasó? / ¿Está bien? / ¿Se siente bien?” Esperaban la traducción. Y entonces, llegó ese hallazgo mínimo pero salvador de la palabra justa  que comparto para que los colegas padres que les venga bien usen y abusen con confianza: “ESTÁ EMOCIONADA”.
Yo me quedé tranquila de no haber mentido.
Los otros se quedaron tranquilos de que no dijera “está mal”.
Y las emociones…son tantas. Cada cual que signifique como quiera.  Acto seguido, acepté la ayuda para levantarla del piso, no soy muy apta para manejarme con tacos y las dos ya tenemos la misma altura.
 Entiendo que el afuera necesite una respuesta concreta sobre los comportamientos inesperados de nuestros hijos. ¿Creen que a nosotros no nos encantaría tenerlos? Apechugar con la diferencia visible es difícil. Adoraría tener el traductor de app para entender cada acción o arrebato. Pero no existe. Me conformo con que aparezca un gesto o una palabra que cada tanto, me ayude a dar sentido a lo que hace. Aunque después las interpretaciones sean libres y variadas.
¿Por qué Facu rompió la reja? ¿Agus se trepó al mástil? ¿Tati se lanzó al suelo? ¿Iván le gritó al colectivero? ¿Rosi se puso a saltar en el cine?
¡PURA EMOCIÓN! Contestá, y que cada cual le ponga el emogi que se le cante


2 comentarios:

  1. Cuantas veces nos vienen ganas de arrojarnos al piso para tocar algo que nos llama poderosamente la atención, o saltar y gritar por la alegría que nos invade, o patear, y gritar porque estamos enojados... Pero nuestros prejuicios son tan grandes que preferimos guardar, callar, evitar, antes de ser auténticos. Aprendamos de ellos que pueden ser auténticos y espontáneos con lo que sienten!!

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