lunes, 25 de abril de 2016

Las barreras del lenguaje y algunos trampolines

Una amiga tiene una gata que se llama Ecolalia. Cada vez que la escucho nombrar, me provoca risa y confieso, me da un poco de impresión. (Para los que no saben qué es ecolalia: “Perturbación del lenguaje que consiste en repetir involuntariamente una palabra o frase que acaba de oír”). Conocí el término por Tati, y aunque en este momento en casa no tenemos mascota, Ecolalia nos acompaña a menudo, como cuando Tati  se pasea por la casa hablando sola y sin parar. De algún modo es como si pusiera en evidencia que la palabra tiene una entidad: acompaña, se disfruta por el solo hecho de salir de la boca y ocupa un espacio. Así como con la masa de palabras, hay momentos donde lo que la rodea es un silencio total. Tan grande, que demuestra que la ausencia de palabra ¡también ocupa su lugar! El resto de los mortales, que nos cuesta soportar los espacios en blanco, lo rellenamos con palabras ansiosas.
Además de las palabras o su ausencia, entran en juego otros idiomas alternativos. Algunos más comunes, como el gestual. Ese que a veces nos deschava, como cuando algo nos resulta insoportable y lo disimulamos con una sonrisa falsa. En cuanto a Tati, digamos que no es su fuerte.  Si fuera una actriz sería más del estilo de Juanita Viale —siempre con cara de “soy linda y me importás un carajo”— que una Julieta Diaz. Tati va más con el lenguaje del cuerpo. Cuando algo no le interesa, sin mediar palabra, se puede dar media vuelta y dejarte pagando sin ninguna culpa. Si algo le causa gracia, así sea que te caíste y te duele el huesito dulce, se ríe sin pudor. Habla con su presencia, sus manos, su actitud, su energía, su tensión. Se expresa aunque para el común de la gente ella no diga, o no comunique. Me pregunto: si hay personas que leen la borra del café, las líneas de la mano, homeópatas que leen la pupila de los ojos y hasta el olor a pata, ¿por qué es tan difícil creer que el otro dice en sus varios idiomas? ¿Será que lo que resulta duro es quedarse fuera de ese lenguaje, asumir que por ahora entendés hasta donde se puede? ¿O será nuestra costumbre de inmediatez de la respuesta lo que nos confunde? Y en este contexto, ¿qué chance tiene la elaboración de una respuesta? Las de Tati a veces vienen mucho más tarde. Obviamente no siempre las recibo. Es más, cuando me llegan es toda una fiesta. Entre tanto, me la debo perder chiquicientas veces. ¿Acaso no me pierdo montones de respuestas de mis otros hijos por el apuro, por mirar un watsap que en realidad no dice nada importante, por no estar ahí en el momento justo? Con los que manejo el mismo idioma tengo el consuelo de que tarde o temprano me puedo sentar a charlar un ratito, ir y volver en el tiempo verbal, y decirnos lo que se nos cante las ganas.
Entonces, trato de ponerme en el lugar de Tati y no puedo dejar de pensar qué tan duro será tener una cantidad de pensamientos adentro que no salen del modo que otro lo entienda. Como se toleran. ¿Vivirán más relajados en las suposiciones de otros? ¿En esas hipótesis que armamos de lo que le andará pasando? …Me pierdo en las vueltas de la palabra.
Dentro de las clasificaciones actuales del autismo, veo que ahora se usa mucho el “verbal/no verbal”. Tati, inclasificable como siempre, es un poco de las dos. Podría ser algo como pluriverbal... Que yo
sepa y por ahora, no hay un app que pueda traducir sus códigos, así que cada cual que interprete con su propio “translator”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario